El legado de Adriana Hoffmann

El domingo pasado recibimos la triste noticia del fallecimiento de Adriana Hoffmann, nuestra amiga y defensora incansable del patrimonio natural de Chile. Siempre pensé en ella como un regalo para el país por sus tempranas lecciones sobre la importancia de la naturaleza, aquí en Chile y en todo el mundo.

Activista, botánica y escritora, Adriana se transformó en la voz de los seres del bosque. Siempre se movilizó con amor y convicción en la defensa del bosque nativo, y aportando en el desarrollo de una cultura de conservación que hundió sus raíces en la conciencia de muchas personas. Pionera y visionaria, no es de extrañar que su labor fuera reconocida en múltiples ocasiones: en 1997 fue destacada como una de las 25 líderes ambientalistas de la década de los 90′ por la Organización de Naciones Unidas, y en 1999 recibió el Premio Nacional de Medio Ambiente en la categoría de Educación Ambiental.

Adriana Hoffmann fotografiada por Douglas Tompkins en Reñihué (1995).

Adriana nos dejó el mismo día en que Douglas Tompkins nació. Desde siempre, hubo mucho en común entre ellos. Una profunda amistad se fue forjando con el pasar de los años, una visión compartida en la importancia de la conservación y, también, una preocupación por el estado del bosque nativo en Chile. En ese entonces, el mundo medioambiental era muy pequeño en el país, prácticamente entrábamos todos en una casa. Doug admiraba mucho el activismo de Adriana, él solía decir que “el sentimiento sin acción era la ruina del alma” y esa energía los movilizó a editar en 1999 el libro La Tragedia del Bosque Chileno, una obra lúcida y visionaria sobre los fundamentos filosóficos en relación con el bosque nativo y su biodiversidad, y el impacto que en ellos ha tenido la degradación, el monocultivo y la preocupante ausencia de políticas forestales que los protejan. Las reflexiones desplegadas en este libro hoy toman más fuerza que nunca, en un momento en que Chile reescribe sus bases para un futuro más respetuoso, consciente y equitativo con todas las formas de vida que cohabitan en este planeta.

Agradezco el amor de Adriana por el mundo natural, que además de materializarse en su activismo acérrimo, hoy se extiende a través de una decena de hermosos y necesarios libros y guías de campo, un legado que vivirá de generación por generación, por siempre entre nosotros. Como Jane Goodall y Sir David Attenborough, Adriana Hoffmann nos deja a todos con una misión importante: la promesa de proteger aquello mismo que nos ha mostrado, la belleza y la importancia de la vida silvestre.