El pez hielo: una especie asombrosa del ecosistema marino más allá de la Península de Brunswick

Se esperaban hallazgos en la expedición que el equipo del Programa Marino de Rewilding Chile emprendió en julio de 2024 a Bahía Inútil, en la costa occidental de Tierra del Fuego, pero quizás no uno tan significativo como la aparición de una larva de pez hielo (Champsocephalus esox), un habitante endémico de las aguas frías, profundas y ricas en oxígeno del sur de la Patagonia que no es fácil avistar y menos en ese estadio temprano de vida.

El descubrimiento se produjo como parte del muestreo de zooplancton en las cercanías de los bosques de macroalgas (Macrocystis pyrifera) mediante redes especiales, cuyo fin es capturar a los animales suspendidos en la columna de agua, por ejemplo, krill, que sirve de alimento a las ballenas, y otros organismos de las profundidades marinas. La muestra, adecuadamente preservada en etanol, se llevó para su análisis al laboratorio de la Universidad de Valparaíso, que colabora con Rewilding Chile.

Por la singularidad del descubrimiento, la larva de pez hielo -de 2 cm. de longitud- fue donada al Museo Nacional de Historia Natural, donde se integró al catálogo de zoología de vertebrados con el código MNHN-ICT 7737, en el que hay dos adultos y otra larva de Chionobathyscus dewitti (pez hielo cocodrilo). “Es el primer registro documentado de Champsocephalus esox en estado larval y, como tal, un aporte a la generación de conocimiento científico de la diversidad marina de Bahía Inútil”, comentó Mathias Hüne, director del Programa Marino de la fundación.

Los peces de hielo son un ejemplo de adaptación a ambientes de mucho frío. Poseen sustancias anticongelantes en la sangre conocidas como glicoproteínas y un volumen reducido o inexistente de glóbulos rojos que les ayuda a mantener una baja demanda metabólica. De las 16 especies que habitan el océano antártico el que más resalta es Chaenocephalus aceratus, de cuerpo translúcido, sin escamas y sangre incolora, por donde circula el oxígeno sin necesidad de pigmentos transportadores como la hemoglobina.

Champsocephalus esox, por su parte, es el único que vive fuera de la Antártica. Se distribuye en distintas zonas del Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego, Canal Beagle e islas Falkland/Malvinas, en profundidades que alcanzan hasta 250 metros Conocido como farol o tsataki (en lengua yagán), es de color blanquecino con aletas café claro y manchas más oscuras, con una sola línea de escamas, de mandíbula larga y cuerpo corto, o al revés. Se alimenta principalmente de krill y peces y puede llegar a medir 30 centímetros.

Según datos de estudios y observaciones de las capturas de los pescadores, esta especie ha disminuido un 80% desde la década de 1980, al menos en la costa chilena, que es la mitad de su área de distribución. Como se sabe poco de su situación por el lado argentino, se estima que la población, en general, ha decrecido un 30% durante las últimas tres generaciones. Con estos datos, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la clasificó como vulnerable en 2019 y mencionó la necesidad de reforzar monitoreos y estudios sobre su población, historia de vida y hábitat que ocupa.

“Esta especie es muy sensible a los cambios ambientales, por lo que es esperable que el cambio climático tenga un impacto significativo en su supervivencia. Otras amenazas sobre ella es la presencia de especies invasoras e introducidas, con las que compite por alimento, así como la captura incidental debido a las actividades de pesca artesanal”

Mathias Hüne, director del Programa Marino de Rewilding Chile.

Larva pez hielo | Mauricio Landaeta

Larva pez hielo | Mauricio Landaeta y Tamara Segovia

Larva pez hielo | Mauricio Landaeta y Tamara Segovia

Otros hallazgos

La Patagonia chilena posee uno de los mayores ecosistemas de fiordos del planeta, con cerca de 84.000 km de costa, es decir, más de 2 veces la circunferencia terrestre. Sedimentos ricos en nutrientes procedentes de los ríos y del deshielo de los glaciares hacen de este ecosistema un lugar de elevada productividad biológica y hogar de numerosas especies, varias de ellas en peligro, como la ballena sei (Balaenoptera borealis), el hidrocoral rojo (Errina antarctica) y el mismo pez hielo (Champsocephalus esox).

En mayo de este año, esta vez en la zona de Cabo Froward y alrededores, el equipo de Rewilding Chile registró a dos individuos adultos del pez hielo mediante una cámara submarina ubicada a 20 metros de profundidad y cerca de un bosque de macroalgas. Si bien es parte de su área de distribución natural, lo distinto en este caso fue la tecnología utilizada: la cámara de video remoto con carnada (BRUV, por su sigla en inglés), que consiste básicamente en una cámara GoPro alojada en una carcasa subacuática, un brazo metálico en cuyo extremo va una bolsa de malla lleno de cebo, un foco de iluminación y un láser para distinguir la talla de los peces y, por supuesto, la boya que queda en la superficie para recogerla después de cumplir sus horas de grabación.

“Con herramientas clave como la BRUV, que da buenos resultados sin ser invasiva, estamos estudiando la biodiversidad de áreas cercanas a lo que será el futuro parque nacional en Cabo Froward. Nuestra finalidad es estudiar especies que no son fáciles de ver, registrar su comportamiento y conocer mejor los ecosistemas que buscamos proteger en la Patagonia”, indicó el director del Programa Marino.

El pez hielo es apenas una de las miles de formas de vida que habitan los fiordos patagónicos, un recordatorio de cuánto nos queda por descubrir bajo estas aguas. Cada hallazgo es también un llamado: proteger estos ecosistemas significa resguardar un mundo oculto y frágil, que guarda secretos milenarios y que hoy tenemos la oportunidad de conservar para las generaciones futuras.