
Caleta Gonzalo, Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins | Foto: Valentina Thenoux para Rewilding Chile
Carolina Morgado, Directora ejecutiva de la Fundación Rewilding Chile.
Caleta Gonzalo, Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins | Foto: Valentina Thenoux para Rewilding Chile
¿Qué pasaría si, en lugar de la huella dejada por el paso de generaciones de caminantes, hubiera un sendero bien construido, con señaléticas, pasarelas y miradores, para subir a la Cruz de los Mares, en Cabo Froward? ¿ O si en el acceso al monte Tarn una señalética nos indicara que Charles Darwin lo escaló en 1834? ¿Cómo sería ir en familia a Punta Árbol y Bahía el Águila si hubiera áreas de camping con baños y quinchos? ¿Cuántos visitantes alojarían en las cercanías antes o después de una caminata al faro San Isidro, si se construyeran cabañas o un pequeño hotel?
La existencia de infraestructura de uso público en los parques nacionales no sólo permite que la experiencia del contacto con la naturaleza sea más segura y completa, sino que produce un encadenamiento productivo que convierte a las áreas silvestres protegidas en motores de la economía local. Contar con ella es una condición necesaria para que las comunidades obtengan beneficios de sus parques y, en un círculo virtuoso, desarrollen sentimientos de arraigo que las motiven a cuidarlos.
En esta línea, los parques nacionales Pumalín Douglas Tompkins y Patagonia ―traspasados por Tompkins Conservation al Estado chileno como parte de la mayor donación privada de tierras hecha por un privado para la creación de áreas protegidas― fueron entregados completamente operativos, con senderos, camping, áreas de picnic, señaléticas, centro de informaciones, museo de sitio, etc. Uno de los principales efectos de esta donación fue el aumento de 0 a 3 de la ocupación de camas en Chaitén, gracias al desarrollo de toda la infraestructura de uso público por Tompkins Conservation.
La existencia de infraestructura de uso público en los parques nacionales no sólo permite que la experiencia del contacto con la naturaleza sea más segura y completa, sino que produce un encadenamiento productivo que convierte a las áreas silvestres protegidas en motores de la economía local.
En la adelantada visión de Douglas Tompkins ―de la que somos continuadores como Rewilding Chile―, el impulso económico que genera un parque nacional operativo no implica competir con la oferta local, sino apoyarla. Las construcciones de uso público deben incorporar el factor “belleza” para producir un impacto favorable desde el ingreso, respetando la tradición arquitectónica del lugar para realzar el paisaje escénico o al menos equipararse con él.
Un parque nacional dotado de infraestructura de uso público significa una forma de desarrollo que va de la mano con la naturaleza, a la que conserva y protege ―lo construido no debe ocupar más del 1% de la superficie total del área protegida―, al mismo tiempo que beneficia a la comunidad humana sin distinción de ningún tipo. “Los parques nacionales representan una buena forma de equidad social, ya que les pertenecen a todos”, comentó, en su momento, Douglas Tompkins.
Por lo mismo, ese es el estándar mínimo para la creación de nuevos parques bien habilitados que sean visitados, disfrutados y aprovechados de forma integral y que motiven a las comunidades a apostar por actividades productivas que refuercen una relación armónica entre lo natural y lo sociocultural.