Foto: James Alfaro
Carolina Morgado, Directora ejecutiva de la Fundación Rewilding Chile.
Foto: James Alfaro
El debate por la implementación del SBAP y la creación de Sitios Prioritarios ha vuelto a instalar un falso dilema: producción o conservación. Hoy el verdadero desafío de Chile es entender que el futuro de su economía depende de la salud de sus ecosistemas; de un desarrollo ‘con’ conservación, como estrategia de largo plazo para impulsar la inversión, la productividad y el empleo. El 17% del PIB y más del 50% de las exportaciones nacionales están ligadas directa o indirectamente a nuestros recursos naturales. Desde el cobre hasta los salmones, desde el vino al turismo, todo depende del capital natural que sostiene esos sectores. En este contexto, el SBAP no es un freno, sino una inversión en estabilidad, reputación y competitividad internacional. Y también en resiliencia climática.
El nuevo marco legal puso fin a una institucionalidad fragmentada y entrega lo que el sector productivo reclama: reglas claras. Identifica los ecosistemas más valiosos y reduce la incertidumbre Jurídica y social. Y los sitios prioritarios, lejos de paralizar proyectos, abren la posibilidad de coexistencia planificada entre conservación y producción, en línea con los estándares globales de sostenibilidad que hoy demandan inversionistas y consumidores. Hoy el mercado castiga a quienes degradan su entorno y premia a quienes demuestran trazabilidad y sostenibilidad. Fondos de inversión, aseguradoras y compañías globales incorporan cada vez más criterios ambientales en sus evaluaciones. Además, existen oportunidades concretas de valor compartido. El turismo de naturaleza está en expansión, y Chile posee condiciones excepcionales para posicionar a una industria que genera empleo y revitaliza economías. La adopción de estándares ambientales avanzados puede abrir nuevos mercados y atraer capital verde, porque la conservación también es innovación, economía y desarrollo territorial.
Desde el cobre hasta los salmones, desde el vino al turismo, todo depende del capital natural que sostiene esos sectores. En este contexto, el SBAP no es un freno, sino una inversión en estabilidad, reputación y competitividad internacional. Y también en resiliencia climática.
La implementación del SBAP puede ser, si se gestiona con diálogo, una política de Estado que fortalezca la confianza entre el mundo público, privado y los territorios. Chile tiene la oportunidad de transformarse en un referente regional en gestión del capital natural, atrayendo inversiones verdes, turismo sostenible y certificaciones ambientales de alto valor.
La pregunta no es si podemos permitirnos proteger la biodiversidad. Es si podemos permitirnos no hacerlo.